El Hilo
Otro día por la mañana en el que al despertarme tenía que revisarme por completo, mi bella y perfecta cara ya no lucía como hace un año, pareciera que estuviera mordisqueada, como si fueran pequeñas cicatrices producidas por el acné. Con la ayuda del espejo me revisé meticulosamente y con tristeza noté que me faltaba la uña del dedo pequeño del pie. La angustia nuevamente se apoderó de mí y aunado a eso, la pérdida de mi sedoso cabello castaño, ya que en mi cabeza aparecían pequeños círculos ya sin él. No podía comprender lo que me estaba ocurriendo. ¿Cómo era posible que estuviera perdiendo mi belleza? Me alisté de prisa y me dirigí de nuevo al consultorio del médico. — ¡Buenos días, señorita! — Quisiera ver al doctor. —¿Cómo, de nuevo? — me increpó—. Pero ayer lo vio, y la semana pasada cuatro veces.— ¡No importa! —exclamé— ¡Me urge verlo! —Bueno, como usted quiera.Al entrar con el doctor le expliqué lo ocurrido, por lo que escribió unos datos en su libreta de recetas explicándome: — Señorita, la voy a remitir con otro médico. — ¡Qué bien! — le respondí eufórica —¿Algún especialista más calificado? — Si señorita Bella, la estoy remitiendo con el psiquiatra. — ¿Con el psiquiatra? —pregunté sorprendida— ¡Pero yo no estoy loca! —exclamé—¿Por qué con el psiquiatra? Le respondí sumamente molesta. — Pues es mi recomendación— me dijo el doctor —. Francamente creo que usted misma se está infligiendo esos traumas. Molesta me paré de la silla y saliendo di un portazo gritando al mismo tiempo. — ¡No estoy loca! —¡Incompetente!Llorando me dirigí a mi casa, sabía que yo no me haría daño a mí misma, me amaba demasiado. Aun así, las palabras del médico me daban vuelta en mi cabeza una y otra vez. Me acosté tarde con el temor de amanecer con algún otro faltante en mi persona, pero el cansancio me venció; en eso vi, o me pareció ver a mi pez corriendo con la aleta caudal y llevando en su aleta pectoral una taza con agua. Me incorporé de inmediato llorando a mares y diciéndome a mí misma. — ¡Estoy alucinando! —¡No! — grité— ¡Debió ser una pesadilla! — Así que me volví a acomodar en mi cómoda y mullida cama. Fue cuando sentía que empezaba a quedarme dormida de nuevo, que me pareció escuchar un ligero ruido, así que me levanté sigilosamente y al salir de mi recámara, quedé estupefacta al ver lo que estaba ocurriendo. Él pez se encontraba sentado a la orilla de la pecera y con cada una de sus aletas sostenía una cuchara y un tenedor enrollando hábilmente mi cabello a manera de espagueti. — ¡Con que eras tú el que se ha estado comiendo parte de mí! — exclamé furiosa. — Así es, — respondió cínicamente y continúo enrollando mi cabello.— ¿Sabes que te puedo matar en este mismo momento? —repliqué. —Si muero yo, tú también morirás… verás, también me comí la mitad de tu hilo de la vida —afirmó. — ¿De mi hilo de la vida? — ¡Eres un desgraciado! — ¡Tú lo eres más! —respondió molesto—. Hace un año me compraste en una tienda de mascotas y jamás te has molestado en darme de comer y cambiar el agua de la pecera, por lo que yo mismo tuve que ingeniármelas para poder sobrevivir y lo primero que hice fue comerme tu hilo; así puedo pasar más tiempo fuera del agua. Salí horrorizada de la casa y dirigiéndome de prisa a casa de mi amiga Angela, le platiqué lo ocurrido sin omitir detalle. — ¿Cómo? ¿No alimentaste al pez? — preguntó.—Bueno, es que he estado muy ocupada recolectando caracoles para mejorar mi apariencia— respondí turbada. — ¿Cómo es eso? —Mira, cubro mi cara con caracoles para que su baba actúe sobre mi piel y luzca más radiante, después me los como— contesté. — ¡Qué asco! —No es tan malo —respondí—, lo más importante para mí es lucir hermosa, también he pagado costosos tratamientos para cambiarme el color del iris de mis ojos. La semana pasada destellaban en un rosa intenso. —Mira Bella, aunque debiera decirte Dolores, pídele perdón al pez, has las paces con él y aliméntalo adecuadamente, cambia seguido su agua y asunto arreglado. — ¡No! — ¡Lo odio demasiado al muy maldito! —grité. —Me quiero deshacer de él, pero no sé cómo… Angela salió de la habitación y regreso con una nota. — Aquí está la dirección de una bruja, ve con ella a ver si te puede ayudar con todo este asunto, aunque tal vez deberías considerar el consejo del doctor e ir al psiquiatra. Salí furiosa sin antes arrebatarle la nota. Salí de prisa en busca de la bruja, me parecía una gran solución a mi problema, así que decidida me acerqué a su casa y al querer tocar la puerta di un paso hacia atrás al ver que estaba hecha de un material acuoso que se movía lentamente con colores etéreos y que emitía un desagradable olor a azufre. —Pasa.— Me dijo una ronca y áspera voz que ocasionó que mi corazón palpitara de tal forma que sentí que pudiera salirse. Aun así y armándome de valor entré a su extraña y oscura casa iluminada por mil velas que se encontraban pegadas en el techo de la habitación, produciendo toda clase de monstruosas sombras. Ya adentro y acostumbrando a mis ojos a la penumbra, pude observar que se encontraban regados en un descomunal desorden todo tipo de artefactos para realizar brujería, quizás del siglo XV. Aunque lo que más me estremeció fue cuando vislumbre un pentagrama trazado al centro del cuarto, realizado con toda clase de huesos. Caminé hacía la bruja con paso lento, debo decir que no era como yo la esperaba ver, era diferente al concepto que tenía de una bruja ya que era gorda y calva y solo poseía un ojo en medio de su frente.—¡Que linda su casa señora! —le dije cortésmente para establecer un buen acercamiento. —Su puerta es muy hermosa. —¿De qué material está hecha? — De odio, pecados y gritos. —¿Qué es lo que quieres? Me preguntó de forma brusca e inquisidora. Perpleja ante su respuesta, le relaté sin reparos todo lo ocurrido sin omisión alguna. — ¿Cuál es tu nombre? — Bella —le respondí. — ¡Te estoy preguntando por tu verdadero nombre! —me increpó molesta. Asustada le respondí. —Dolores señora. —Muy bien, eres Dolores, egoísta y vanidosa, traspasaste límites que no deberías. — Te vuelvo a preguntar, ¿qué es lo que quieres? — Deshacerme del pez sin morir señora —repliqué—. De inmediato sentí su mirada penetrante y simplemente me respondió: —Bien, eso te costará una fuerte suma de dinero y oro también. Sin pensarlo respondí. —¡Si, lo que sea! — Así que cerrando el trato le entregué una fuerte suma de dinero y todo el oro que me adornaba. La bruja dio la media vuelta y salió del tenebroso cuarto; me acerqué de inmediato a una diminuta ventana para ver que se encontraba cortando algunas hierbas de su inmundo jardín. Mientras la bruja preparaba una especie de poción con las hierbas y algunas otras cosas más que se movían, observe inquieta que la puerta acuosa crecía aún más.La bruja me entregó la poción y me dio las instrucciones a seguir: — En la media noche de luna llena en punto de las 12:00, subirás a lo más alto del techo de tu casa y verterás en un caldero que deberá estar muy caliente esta poción. — La menearás vigorosamente con un cucharón cincuenta veces a la derecha y 50 veces a la izquierda, mientras lo haces, recitarás con fuerza este conjuro que te he escrito. — Con este hechizo podrás vivir con la mitad de tu hilo de la vida. Tome el conjuro y la poción y al salir le pregunte. — ¿Cree que el pez se dé cuenta? — Eso es algo que yo no sé —respondió—. Tú lo averiguarás. Y con una estridente carcajada me gritó ya a lo lejos. —¡Mañana es luna llena! Salí de prisa a comprar una hornilla, el caldero y el cucharón; la visita con la bruja había sido de lo más espeluznante, aun así, estaba decidida en terminar con todo este asunto.Entré a mi casa y ahí se encontraba él pez muy sentando en mi sillón viendo televisión, tejiendo minuciosamente una bufanda con mi cabello. Le dirigí una mirada fulminante gritándole con fuerza — ¡Te odio! — a lo que ni se inmutó y continuó tejiendo. Subí a la azotea y en lo más alto dejé la hornilla, el caldero y el cucharón, estudié muy bien las instrucciones que me entregó la bruja y repasé varias veces el conjuro. — ¡Todo está listo! —exclamé.Me retiré a mi habitación maquinando escrupulosamente mi plan; al terminar el ritual podría arrancarle la cabeza a ese engendro y deshacerme por fin de él. Me recosté feliz al saber que al día siguiente terminaría con esa pesadilla y recobraría finalmente mi belleza.Me sumergí en un profundo sueño y al despertar por la mañana vi con horror que me faltaban las manos y los pies.
FIN
​
Constance Jones